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12
FEB
2018

¿Cuándo descubriste que eras hetero?

 

¿Te ha chocado la pregunta?

Claro, la sociedad tiene la costumbre de preguntar sólo eso a las personas con una orientación  diferente a la heterosexual. Es decir: gay, bisexual, lesbiana, pansexual…etc.

Juliana Martínez, en su artículo “La obligación de ser heterosexual”, es decir, la obligación de que te guste una persona del “sexo opuesto” al tuyo, partiendo de Michael Warner, desarrolla el concepto de heteronormatividad enfocándolo en la manera en la que “la sexualidad se normaliza y se reglamenta en nuestra cultura y las relaciones heterosexuales idealizadas se institucionalizan y se equiparan con lo que significa ser humano”.

Es decir:

  • Considerar que la norma está en ser heterosexual (que te gusten personas del “sexo opuesto” partiendo de lo que se entiende socialmente por “mujer” y lo que se entiende socialmente por “hombre”)

  • Dar por hecho que todo nuestro entorno es heterosexual:

    • nuestros/as hijos/as son heterosexuales

    • el vecino es heterosexual (salvo que tenga ramalazo)

    • que la amiga de mi tía sea heterosexual (salvo que lleve camisa de cuadros y pelo corto)

    • que mi profesora esté casada con un hombre (salvo que diga “mi pareja”, porque si no dice “novio” es que es lesbiana).

 

Dar y dar y dar por sentado, todo el rato, hasta que el estereotipo demuestre lo contrario.

 

Todo comienza desde el principio, desde el:

  • “pero que guapo eres, seguro que tendrás muchas novias”

  • “que guapa eres, seguro que irán todos detrás de ti”

 

o todas las combinaciones posibles pero en formato heterosexual, al hombre le atrae la mujer y viceversa.

Y sigue con los dibujos, las series infantiles y las fotos de familias conformadas por parejas heterosexuales en los libros de la escuela.

 

En todas estas ideas hay lenguaje, hay preguntas, frases, imágenes en las que no hay cabida a nada más, donde no hay duda de lo que eres, porque lo que eres es heterosexual. Por ejemplo, si eres un “chico” te tiene que gustar una “chica”, por norma, de ahí que podamos hablar de la ya nombrada: heteronormatividad. Entonces llega ese mito del que poca gente se atreve a hablar y que creo que sigue existiendo: el “no vaya a ser que les desorientemos”

 

La sociedad tiene más miedo de confundir a las personas heterosexuales, que de invisibilizar a las que pertenecen a otras orientaciones. Como por ejemplo: que a una persona le guste otra de su mismo sexo, o ambos sexos.

Una vez más, preocupándose sólo por la persona que cumple la norma social, la heterosexual.

Por supuesto, nadie confunde a nadie. Sólo se trata de visibilizar la diversidad, entendida como variedad, para que todas las personas podamos vernos identificadas con algo. Que las personas elijan, ¿no?

 

¿A qué tiene miedo la sociedad? ¿A confundir a las/os niñas/os o a que no sean heterosexuales? 

Recuerdo una de las escenas de esta película (“Prayers for Bobby”) perfectamente. El miedo al rechazo, la invisibilización y la no aceptación entre otros muchos motivos, llevan a un joven adolescente y homosexual al suicidio. Tras esto, una madre conservadora abrumada por el dolor y el llanto, culpándose de no haber aceptado a su hijo a tiempo.

Pero, ¿la culpa es de ella? ¿La culpa es de las familias? ¿O es la sociedad heteronormativa la culpable de esta situación?

 

Luego llega el instituto, un espacio más de producción y de reproducción de heteronormatividad. Y si no tienes suerte, te enfrentas a situaciones de discriminación y de acoso escolar:

  • El “maricón”

  • “pareces una chica”

  • “me resbalo con el aceite”

  • “marimacho”

  • ” a ver si eres más femenina”

  • “bollera”… te etiquetan.

 

Más y más lenguaje, con el que la sociedad te define, te presenta y con el que intenta molestarte.

Junto a esta etapa, las charlas de “educación sexual” con fotos de parejas heterosexuales en las diapositivas de presentación, con una intención únicamente preventiva y donde no hay casi cabida a la erótica, a la afectividad o a la fantasía. Por tanto, con su buen interés preventivo, hablamos de ITS (Infecciones de Transmisión Sexual), y de cómo poner un preservativo, para evitar embarazos no deseados, centrándonos en la penetración. Pero eso sí, la penetración vaginal.

 

Una vez más, invisibilizados/xs/as, gritando en silencio.

Sigues creciendo y la heternormatividad sigue, claro. Estás invisibilizado/a o, como la sociedad prefiere decir, estás encerrado/a en un armario, y debes salir de él.

La sociedad te encierra, pero tú deber salir.

Un día debes sentar a tus padres/madres, amigas/os/xs… y decirles que eres homosexual, bisexual, pansexual… vamos decirles que no eres heterosexual, lo que habían dado por sentado.

¿Y tú no tienes que decirle a la gente que eres hetero?

Toca decirlo y tienes miedo, miedo al rechazo. Y si lo aguantas medianamente bien lo cuentas. Y si no, lo ocultas.

Y vuelve otra vez la suerte.

 

Inserte la frase “Yo tuve la suerte de que” en las siguientes oraciones

…mis padres/madres son muy abiertos/as”

…mis amigas/os me quieren mucho

…fui a un colegio muy liberal

Otra vez suerte, como si no fuera un DERECHO ¿sabes? El derecho a ser. Ser lo que seas, sin dar nada por sentado.

 

 

 

Y sigues creciendo y llega la sexualidad. En mi caso algo había oído, incluso porno había visto. Todo era sexo oral y penetración anal. Y YA.

La diferencia está en que en esas charlas de instituto, os lo han explicado. Pero ¿Penetración anal? ¿Anal de ano? ¿Por ahí? ¿Y cómo? ¿Duele? ¿Hay que limpiarse?

¿Y a dónde acudes? A internet. A la información desinformada. A que te expliquen prácticas higiénicas como la lavativa, o a que te den consejos para que te duela menos. Pero eso, desinformada. Una vez más, con menos derechos.

¿Pero y quién penetra a quién? Sólo puedes dar (activo) o que te den (pasivo). O eso dicen.

 

Y no sólo eso, son las características que se atribuyen a cada rol. Si eres lo que socialmente se considera como femenino eres pasivo, y si no, eres activo. O aún mejor: aún queda el resquicio de la persona que te viene a preguntarte si eres el hombre o mujer de la pareja. Si eres la de camisa de cuadros y pelo corto, eres el hombre y dominas. Si no, eres la mujer.

¡Heterosexualizan nuestras relaciones de pareja!

Otra vez, heteronormatividad.

 

Pero a ver, vamos a centrarnos. NO TODO ES PENETRACIÓN ¿nadie iba a decirlo?

De ahí la importancia de ampliar las miras, de dar paso al término erótica y al afecto, porque son conceptos que no clasifican, no reducen, ni mandan. Sólo legitiman, legitiman el derecho a disfrutar, a explorar, a respetar y a escuchar a las partes implicadas en una relación.

Pero a ver, no me malinterpretéis. No quiero decir con esto que no te pueda gustar una cosa más que otra, ni a que nos tenga que gustar todo. A lo que voy es que me canso de la clasificación, de que si soy esto, no puedo ser lo otro. ¿Cómo estás tan segura/o/x de que todo lo que no te gusta, de verdad no te gusta? Quiero decir ¿hasta qué punto nos permitimos explorar lo suficiente, como para saber lo que nos gusta y lo que no? ¿Es un deseo real o es un deseo creado? ¿No creéis que nos perdemos muchas cosas que nos pueden gustar?

¿No?

 

Dejad que os ponga un ejemplo:

¿Recordáis a este personaje? Juan Cuesta, hombre heterosexual de familia y presidente de la comunidad, agobiado. Su mujer Isabel, el otro día, decidió, mientras mantenían una relación, meterle un dedo por el culo. Sin pensárselo corre a Mauricio, un vecino periodista y gay. Está agobiado, claro. Le han metido un dedo por el culo y le ha gustado. ¿Soy gay? Le pregunta. La risa asegurada.

¿Y esto es tan ficticio? ¿Esto es sólo de las series? El perineo (zona corporal próxima al ano) es una de las zonas más erógenas del hombre y que a ti no te guste jugar con tu ano, ¿casualidad? No lo creo. Y si me gusta soy gay, claro. Una vez más, las prácticas ordenadas y clasificadas en categorías. SI soy esto no me puede gustar lo otro.

 

Fuera de todo esto, si te encuentras en una situación de descubrimiento de una orientación distinta a la heterosexual:

-Habla de las cosas que te preocupan y te dan miedo, porque es normal que tengas miedo, vives en una sociedad heteronormativa.

-Trabaja tu autoestima y tu aceptación personal.

-Tómate el tiempo que necesites, no te obligues a contarlo ya si no quieres.

Si eres un/a/x familiar, amiga/o/x:

-No juzgues de primeras. Escucha a esa persona. Si te lo está contando es porque confía en ti.

-Igual necesitas tiempo. Lo entiendo, recuerda que vives en una sociedad heteronormativa.

-Aunque necesites un tiempo, recuérdale a esa persona lo que la quieres, o que no la rechazas por ello. Aunque te den tiempo y espacio, el silencio que se genera en el proceso de aceptación, puede ser incómodo para la persona que te lo ha contado.

 

En Espacio Ítaca podemos ayudaros si lo necesitáis. Nuestro equipo de profesionales crea un espacio de no enjuiciamiento para que os sintáis libres para hablar de lo que necesitéis.

 

Para terminar, os invito a luchar y a abrir las miras. Sólo en la consciencia y en la concienciación conseguiremos la victoria.

Este artículo corresponde a una parte de una realidad inmensa y diversa. Sabemos que existen otras realidades, en esta ocasión hemos hablado de esta realidad personal de un hombre cis homosexual.

 

 

Sergio Miguel Bellosta, Psicólogo colegiado A-2815

 

 

  1. Gloria Reply

    Me a gustado mucho, es un ejemplo claro de cómo es la sociedad y que no acepta los cambios y tampoco la s quieren ver.
    Dices unas verdades como templos.
    Enorme Sergio.

    • espacioitaca Reply

      Muchas gracias Gloria, le trasladamos a Sergio tu mensaje.

      Un abrazo

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