La necesidad de recuperar el vínculo con la naturaleza
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Año 2018:
Vivimos a velocidades que antaño nos hubiesen parecido ciencia ficción, en vez de orientados por el sol haciendo de guía en el tiempo a lo largo del día, desde el amanecer hasta su puesta, vamos siempre tarde, tarde porque lo dice el reloj que muy pocas personas ya llevamos, tarde porque lo dice el teléfono, la radio, la sirena del colegio, el reloj del control de acceso al trabajo, la actividad extraescolar, el gimnasio, el microondas, la termomix, las televisiones inteligentes, las paradas de tranvía y hasta el reloj de la farmacia que antes ofrecía calma y ahora indica que vuelves a ir tarde y con prisa, un día más.
Todo el día parece que nos persiga una obligación, algo que hacer, que nos invita a ir más rápido, saboreando menos lo que nos rodea, el aire que respiramos, lo que nuestros ojos tienen delante, el olor de las flores de la terraza de nuestra vecina, el bocado que engullimos sin saborearlo y las sensaciones táctiles de allí por donde caminamos a paso acelerado.
Vivimos enfermos/as de estrés, no tenemos tiempo para comunicarnos de forma adecuada, ni para saludar a el/la vecino/a que nos encontramos, e incluso ni para explicarles algo con calma a nuestros/as hijos/as ante sus preguntas, inquietudes que deberíamos atender porque reclaman aprendizaje.
Un estrés que nos hace peores personas, nos deshumaniza y nos vuelve «hombres negros» como en el libro de Momo (Michael Ende, 1973) que tantas generaciones leímos y prometimos que nunca seríamos así, que siempre seríamos como Momo, libres y dueña de su propio tiempo, a paso de tortuga saboreando la vida.
«Existe una cosa muy misteriosa pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas.» Dicha cosa es el TIEMPO: vive en la Casa de Ninguna Parte, en la Calle de Jamás de algún lugar del mundo. Para llegar allí hay que seguir los lentos pasos de Casiopea, la tortuga que sabe lo que va a pasar con media hora de antelación.»
Y ahora somos personas adultas, encadenadas al tiempo, a las prisas, al estrés… ¿dónde está nuestro/a niño/a que disfrutaba de cada detalle de la vida?
¿Recuerdas los días de lluvia y ese gran charco que había cerca de tu casa donde arriesgarte entrando a ver hasta donde eras capaz de que tus botas de agua no se llenaran de fango, o riendo mientras un perro disfrutaba saltando y revolcándose en el barro?
¿O aquellas divertidas persecuciones a la mariposa de colores que pasaba frente a ti, que podían llevarte a perderte entre los árboles del bosque descubriendo un entorno en el que te planteabas si realmente existían los gnomos y las ninfas como salían en tus dibujos favoritos?
Estos son algunos de mis recuerdos, gracias a que mis padres eligieron que los fines de semana los pasaríamos siempre rodeados de naturaleza para huir de la exigente vida urbana de lunes a viernes.
Para mí los fines de semana eran siempre una aventura tras otra, algunas pocas acababan con una herida, una picadura o una cuquera, pero la mayoría fueron aprendizajes, incluso aquellas aventuras que no salían del todo bien.
Ojalá pudiese vivenciarlos ahora, pulsar un botón y volver a ese momento en el que descubría un sapo y era apasionante, en el que intentaba observar a esa culebra sin que se asustara y huyese, en el que intentaba contar cuantos polluelos había en la casa de pájaros colgada del árbol y que sacaban la cabeza al llegar la madre con una lombriz en su pico…
Poder volver a momentos como este, que me trae grandes y bonitos recuerdos junto a familiares que ya no están:
Pero de alguna manera sigo anclado ahí, sigo siendo Momo, sigo disfrutando de cada animal que observo y de cada niño/a a los/as que les enseño algo sobre naturaleza, pero sobre todo los/as que me enseñan cada día algo nuevo, porque estoy dispuesto a nuevos aprendizajes, como en cada uno de nuestros Talleres Perruneando , actividades educativas donde niños y niñas desarrollan su inteligencia naturalista.
Y es que tras este largo preámbulo sobre mis recuerdos de la niñez, en este artículo quiero hablaros sobre la importancia de la relación entre los/as niños/as y la naturaleza.
«El ser humano debe permanecer en contacto con la naturaleza a lo largo de toda su vida para poder mantener una buena salud mental» Boris Levinson, doctor en psiquiatría, 1969
Al inicio os hablaba de que vivimos en una sociedad enferma, estoy convencido de que el fin de la humanidad solo tendrá una causa principal, nuestra autodestrucción y una de sus causas será la pérdida del vínculo que los seres humanos tenemos con la naturaleza.
Antes era algo sagrado el respeto a la naturaleza, el ser humano era más sabio cuanto más respetaba aquello que era imprescindible para su vida, el aire, el agua, los animales, la flora, la tierra…
Ahora en cambio….
«Si los árboles dieran wi-fi, todos plantaríamos árboles como locos y acabaríamos con la deforestación»
Pues esta enfermedad a la que me refiero desde 2008 tiene un nombre, Richard Louv lo introdujo en su libro «El último niño de los bosques», y su nombre es Trastorno por Déficit de Naturaleza (TDN), y no es el único, existen una serie de enfermedades psicoterráticas y somaterráticas, bautizadas así por el filósofo Glenn Albercht, que son el trastorno que tiene su origen en una deficitaria o patológica relación con el entorno en el que vivimos.
«Estamos tan conectados a la tecnología moderna y a las cosas que observamos menos el mundo que nos rodea. Irónicamente, es más probable que aprendamos sobre la vida silvestre por un programa de David Attenborough que de un paseo por el bosque.»
Otra de estas enfermedades es quizás la que yo siento, la solistalgia, que según Albercht «es cuando tu sentido endémico de pertenencia está siendo violado», o dicho de otra forma, cuando ese solar donde jugabas ahora es un centro comercial, cuando ese bosque que admirabas ahora es un polígono industrial o ese río en el que en verano te refrescabas ahora está lleno de químicos y cristales rotos.
En el extremo contrario y fuertemente relacionada encontramos la topofilia, el amor por un paisaje o un lugar, el equivalente positivo a la solistalgia:
«Si podemos aceptar que el amor por el paisaje o por un lugar puede ser una emoción poderosa (…) entonces la experiencia de la desolación crónica de ese paisaje/lugar es igualmente fuerte. Eso es precisamente lo que describe la solastalgia.»
Que las personas adultas seamos conscientes o no de estas nuevas enfermedades que sufrimos, y que nos hacen perder el ritmo y vínculo con la naturaleza, es un gran problema para toda la sociedad, pero lo que es mucho peor es que esto lo estén ya viviendo los niños y las niñas, padeciendo cada vez más síntomas que pueden estar relacionados con el Trastorno por Déficit de Naturaleza:
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Ansiedad
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Estrés
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Fatiga atencional
Y también ha sido asociado con cuatro grandes patologías:
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La obesidad
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Las enfermedades respiratorias
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El trastorno por déficit de atención
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La hipovitaminosis D
Así que en este artículo queremos trasladaros, a través de nuestra experiencia y opinión, una serie de consejos para familias, profesores/as y directores/as de colegios, profesionales sanitarios/as y sociedad en general.
Consejos sobre lo que ayuda, pero también sobre lo que hacéis que no ayuda en absoluto, por muy buena intención de la que partan esas propuestas pero que deterioran la salud del vínculo de cada niño y niña con la naturaleza, un vínculo que es innato y más que aprenderlo, lo que debemos ayudarles es en que no lo pierdan o deterioren, sino que lo mantengan y refuercen.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros/as hijos/as y a los/as niños/as a fortalecer su relación respetuosa con la naturaleza?
Con la herramienta más efectiva, LA EDUCACIÓN. Una poderosa herramienta, como definía Kwan Tzu, 300 años antes de nuestra era:
«Si planificas por un año, siembra trigo; si planificas por una década, planta árboles; si planificas por una vida, educa personas.»
La educación requiere tiempo y un gran esfuerzo, tanto de quien pretende enseñar como de quien aprende.
Por lo que familias y docentes: vuestro esfuerzo debe ser máximo para que lo que aprendan los niños/as sea adecuado y por lo tanto vuestros conocimientos y vuestros ejemplos deben corresponder al beneficio que se pretende conseguir con ese gran esfuerzo de años de educación.
Consejo nº 1, planificar adecuadamente
«Fracasar en la planeación es planear para el fracaso» Alan Lakein
A la hora de diseñar una actividad en la naturaleza debéis tener en cuenta muchos factores para que la experiencia genere los mejores aprendizajes.
Un ejemplo, si en una excursión bajáis del coche y aportáis calma, favorecéis la observación, cuidáis de no estropear el entorno y recogéis lo que podáis haber generado de basura, estaréis realizando una serie de comportamientos a imitar.
Pero podemos mejorar este ejemplo: por supuesto!!
Antes de la excursión: analizaremos el entorno que encontraremos, las especies de fauna y flora que podemos encontrar, los materiales que podemos necesitar para la correcta observación de los animales o para la recolección de muestras para su posterior clasificación en el aula o en casa, planificaremos los embases y alimentos que llevaremos para causar la menor afección al entorno (aunque luego se tiren en la basura), elegiremos el mejor horario para llegar y el mejor para irnos, cuál es la ropa más adecuada para la excursión dependiendo de la actividad a realizar y la época del año, diseñar una actividad de dibujo o redacción en el lugar para trasladar la experiencia a días futuros y plantear un debate en común sobre cómo podríamos mejorar el entorno visitado.
¿A que no es lo mismo? Estaréis despertando el interés naturalista y las buenas prácticas ambientales a la vez de rentabilizando la excursión para sacarle mucho más partido que ir, comernos un bocadillo y volver.
Por supuesto también se puede empeorar, si llegamos al parking y molestamos o gritamos, aparcamos en lugar inadecuado, no recogemos los residuos, molestamos a los animales o dañamos la flora o el entorno…
Consejo nº 2, las personas adultas somos un espejo en el que se miran los/as niños/as
Vuestros/as alumnos/as o hijos/as confían plenamente en que lo que hacéis es lo correcto, lo imitarán y les será más complicado permitir conocimientos que desmientan lo que hacéis. Vuestra responsabilidad es ser un buen espejo.
Por ejemplo, los sábados por la mañana al levantaros ponéis la tele y os encontráis con un programa en el que una persona está chillando o pegando a un perro (programas prohibidos en otros países y que en España llevan muchos años haciendo mucho daño a la convivencia entre perros y personas). Vuestros/as hijos/as desayunan viendo eso, castigo, miedo y dolor hacia un animal que solamente necesita que se atiendan sus necesidades y se respete su bienestar.
O nos parece genial desde el colegio hacer una actividad donde vendrán perros, animales con un collar que les produce miedo y dolor, animales que no estaban preparados para el entorno y sufrirán miedo y estrés, animales que son acompañados por personas que ignoran todo esto porque no son profesionales especializados para poder hacer tal actividad con garantías de bienestar, beneficio y seguridad para el alumnado y para los animales.
¿Qué aprendizaje podemos esperar con esto? Nunca un/a niño/a aprenderá a respetar a los animales si los ejemplos que les aportamos no los respetan, nunca aprenderán a respetarse entre ellos/as si los ejemplos que ven por nuestra parte tampoco son de respeto.
El otro día en una conversación escuchaba a unas madres realizar comentarios inadecuados, despectivos hacia identidades sexuales e igualdad de género, comentarios machistas. Al rato las mismas madres culpaban a unos jueces de dictar una sentencia machista, cuando ellas están educando en el machismo día tras día a sus hijos/as.
Consejo nº 3, la excursión a la granja, la hípica, el zoo, el acuario, la protectora de animales…
Este tipo de actividades debéis plantearos si están produciendo el aprendizaje adecuado, si niños y niñas están adquiriendo a través de todos sus sentidos la experiencia que les ayudará a conocer mejor a los animales y respetarlos o todo lo contrario.
Debéis plantearos muchas preguntas, al menos las siguientes:
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¿Es el entorno en el que el animal elegiría vivir? Es decir, de forma natural ese es el lugar que le reportaría seguridad y bienestar para poder llevar una vida plena.
Por ejemplo, ¿sabías que los cerdos que viven en un entorno natural hacen madrigueras para dar a luz a sus crías y mantenerlas calientes, o que son extremadamente limpios y odian vivir entre sus excrementos?
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¿Tienen la vida social que necesitan? ¿Sus relaciones sociales son las adecuadas en cantidad y en calidad?
Por ejemplo, ¿sabías que los caballos viven en manadas y que son grandes cooperadores para garantizar la seguridad de todos los miembros? ¿Sabes que un caballo en la naturaleza recorrería a diario varios km para pastar, beber agua, explorar…, andando en fila india con su manada?
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¿Sienten dolor o malestar físico?
La superficie que pisan, la temperatura que soportan, los medios de contención que les sujetan o limitan… ¿son adecuados? ¿son respetuosos? ¿atienden su bienestar?
¿Crees que al caballo no le duele llevar un hierro que le atraviesa la boca, al perro un collar que le ahoga, a la gallina caminar entre los hierros de la jaula, al águila llevar una cadena en la pata…?
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¿Sienten miedo, estrés o ansiedad?
Esos animales que hemos ido a ver ¿tienen un bienestar emocional adecuado en ese lugar, ¿y con nuestra presencia?
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¿Muestran sonidos, estereotipias o comportamientos que comunican falta de bienestar?
¿Pueden evitar los estímulos o los seres vivos que les producen ese miedo, estrés o ansiedad o no tienen opción para hacerlo?
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¿Su alimentación es adecuada, por calidad y por cantidad? ¿Y su hidratación?
Por ejemplo, ¿Sabías que las vacas lecheras en granjas beben unos 100 litros diarios de agua? Muchísimos más que si se alimentase de pasto fresco y su producción de leche fuese la natural para alimentar a sus terneros.
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¿Pueden realizar comportamientos que para su especie son naturales?
Por ejemplo, ¿Crees que de forma natural especies que son depredadas por otras especies elegirían vivir a su lado? ¿O animales nocturnos tendrían actividad o comerían de día?
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¿Su desarrollo o su esperanza de vida en ese lugar es la que puede tener en su especie?
Por ejemplo, en caballos libres la esperanza de vida puede ser de unos 35 años, los de la hípica en muchos casos no superan los 10.
O ¿sabías que los cachorros de perro que nazcan y crezcan en un chenil pueden tener problemas para toda su vida debidos al estrés heredado de la madre y al vivido en sus etapas tempranas?
Son solamente unos cuantos de los ejemplos que convierten la excursión en vez de en algo beneficioso en un aprendizaje de lo que no está bien, de los errores de los humanos respecto a los animales, en muchos casos con buena voluntad y con intención de “ayudarles” siendo todo lo contrario lo que se consigue.
Consejo nº 4, “la mascota de la clase”
Posiblemente de los proyectos que más despropósitos reúnen en el ámbito educativo, aparece la “genial” idea de tener un animal en clase “que todos se encarguen de cuidar”
Primero, ¿el profesional de la educación que propone esto será capaz de garantizar el bienestar del animal?, ¿Conoce todas sus necesidades y sabe enseñar al alumnado a cuidarle adecuadamente?, ¿Y los fines de semana?, ¿Y los festivos?, ¿Y cuando hace calor?, ¿Y cuando por la noche no hay calefacción?, ¿Y cuando gritan como es normal en los/as niños/as?, ¿Y cuando acabe el curso?, ¿Y cuando enferme?, ¿Y sabrá atender adecuadamente el duelo del alumnado si fallece el animal?…
Cuántos casos hay de familias a las que les tocaba cuidar de “la mascota de clase” y al fallecer esta/e se recorren todas las tiendas de animales para comprar otro/a igual y que no se note el cambiazo….
Y cuántas se acaban haciendo cargo del animal en verano porque nadie quiere a ese animal que lleva todo el curso “sufriendo” un proyecto que no debería haberse llevado a cabo.
Conocemos ambos ejemplos, familias que se encuentran en una situación complicada y que actúan como buenamente creen que es mejor, pero no les debería corresponder encontrarse en esas situaciones.
Ni docentes ni ampas deberían nunca promover estos proyectos, que muy lejos de enseñar a cuidar a un animal entre toda la clase, son un sufrimiento para el animal y un aprendizaje equivocado para los/as niños/as que no mejora su vínculo con la naturaleza, ni aprenden a respetar el bienestar de otro ser vivo.
Consejo nº 5, la familia decide tener un animal
Son tantas las cuestiones que deberían tenerse en cuenta antes de tomar esta decisión, para que realmente sea beneficioso para la familia y para el animal, que decidir aplazar esta decisión hasta que se haya analizado de forma conveniente es siempre la mejor opción.
No es obligatorio vivir con un animal para que los/as niños/as sepan relacionarse adecuadamente con ellos y les respeten, de hecho es mucho más probable que quienes conviven con animales, pero no sea de forma adecuada, tengan muchos más problemas y cometan más errores al interactuar con otros animales, incluso teniendo más probabilidades de sufrir un accidente en esas interacciones.
¿La razón? Porque en la mayoría de los casos el desconocimiento y la repetición de errores vistos en la televisión o compartidos de boca a boca, convierten la convivencia en una falta de bienestar para el animal, que mostrará conductas que son declaradas como “problemas de comportamiento” cuando no son más que errores humanos en la mayoría de casos.
Un animal en casa puede ser algo maravilloso, puede ser muy beneficioso, puede ayudar en el desarrollo de nuestros/as hijos/as, pero solamente si dedicamos el esfuerzo en aprendizaje y tiempo necesario para que esa convivencia sea como debe ser, entendiendo y respetando al animal.
Un animal nunca debería ser un premio por unas buenas notas, una consolación por el fallecimiento de un familiar o una compensación por una separación o divorcio. La mayoría de los animales que comienzan por esas razones la vida en familias acaban llenando las protectoras de animales.
Una recomendación es acudir a profesionales especializados en estos asesoramientos, nuestro equipo por ejemplo podrá analizar vuestra familia y ayudaros a elegir el animal adecuado, o a rechazar por el momento la idea si no se cumplen las condiciones para que pueda aportar beneficio a la familia y garantizar su bienestar.
Conoce nuestro servicio de asesoramiento previo a tener un animal
Consejo 6, animales que encontramos en la calle
Vivimos rodeados de animales, no es necesario tener uno en casa o en una jaula para disfrutar de sus beneficios.
Pero debemos ayudar a los/as niños/as a tener una relación adecuada con los animales que hay en nuestra ciudad y/o entorno.
Aves: mucho cuidado con la comida que les queremos dar, es muy habitual por ejemplo ir a un parque a darles pan a los patos que hay en una fuente o lago. Pero deberías saber que estáis poniendo en riesgo su salud, ese pan que se humedece es un lugar propicio para que se generen bacterias que les enferman, así como que esa no es la alimentación adecuada para su sistema digestivo.
Gatos: poner comida a los gatos callejeros puede ser más un perjuicio que un beneficio para los animales, dependiendo donde la pongamos, qué comida pongamos, cuándo la pongamos, cada cuánto la pongamos…. Esos gatos serán beneficiosos para la convivencia si ayudan a las personas a controlar otras especies animales, si dejan de hacerlo por nuestra alimentación ofrecida estaremos causando un desequilibrio ecológico en las colonias y en otras especies.
Tampoco debemos tocar, ni coger, ni molestar, ni acercarnos a una camada de gatitos recién nacidos, debemos observar desde lejos si su madre acude para ir trasladándolos, que es lo más probable, y actuar únicamente si hay un riesgo para los gatos, porque si lo hacemos serán rechazados por la madre causando un grave problema en su supervivencia y desarrollo ya que nadie como su madre para criarlos sanos.
Perros: debemos enseñar a los/as niños/as a saludar correctamente a los perros que vean, siempre preguntando antes a la persona que les acompañe y si no va ninguna persona con ellos no deben tocarlos ni acercarse. Es mucho mejor prevenir un accidente, accidentes que se dan con mucha frecuencia porque niños y niñas no están preparados para saber actuar siempre de la forma adecuada.
Anfibios y reptiles: no debemos afectar a su entorno, su charca, sus lugares de cría… podemos investigar como enriquecer esos entornos y favorecer su existencia, pero siempre a través de la observación y la mínima intervención posible.
Otros animales como ardillas, erizos, conejos… Las personas vamos invadiendo los espacios naturales donde viven otras especies y esto lleva a problemas de convivencia. Niños y niñas deberían ser partícipes en el aprendizaje comunitario para que las especies animales que rodean las viviendas sean respetadas, formando parte de actividades de conocimiento sobre ellas, concursos de dibujo, respeto de los animales de compañía hacia otras especies…
Enseñarles a observar, a que lleven un control de las especies y cantidades que hay en los alrededores, a dibujarlos, a hacerles fotos sin molestarles, a recolectar sus plumas, a identificar sus pisadas y/o excrementos, a investigar sobre su alimentación o sus relaciones sociales… Todo esto es fantástico y generará en vuestros/as hijos/as o alumnos/as una motivación para respetarlos y querer saber más sobre ellos.
Consejo nº 7, favorezcamos el aprendizaje libre, sin trasladarles nuestros dogmas
En muchas ocasiones las personas adultas pecamos de querer adoctrinar a nuestros/as hijos, hijas o alumnos/as, creyendo que nuestra opinión es la verdad absoluta y única que deben tener ellos/as, en vez de generar en ellos/as un aprendizaje propio.
Y esto vale para ambos extremos, tanto para quienes por llevar toda la vida realizando actividades relacionadas con los animales que afectan a su bienestar y/o supervivencia, como de quienes apuestan porque cualquier actividad que las personas propongan relacionada con animales es un maltrato o quienes las llevan a cabo son malas personas.
«Nadie ignora todo, nadie sabe todo. Todos sabemos algo. Todos ignoramos algo. Por eso, siempre aprendemos” Paulo Freire
Ni un extremo ni otro tendrán siempre la razón absoluta, hay millones de grises entre medio que deben ser respetados porque pueden ser mucho más ciertos y beneficiosos, esos grises que cada niño o niña debe decidir por si mismo/a para tener una opinión propia y un sentido crítico que le haga aportar un beneficio hacia la sociedad, sabiendo dialogar y exponer su opinión sin necesidad de atacar a otros/as por tener una distinta.
Nos preocupan de igual forma las actividades en colegios que fomentan uno y otro extremo, tanto quienes llevan a centros educativos enseñanzas que afectan al bienestar animal como quienes realizan charlas criminalizando a quienes se dedican al sector ganadero por ejemplo.
En ambos casos exponemos a niños y niñas que viven esas circunstancias en su familia o entorno, o que sienten incomodidad manifiesta hacia ellas, a una actividad que lejos de ayudarles a generar conocimientos les puede afectar, ponerlos en el punto de mira y generarles un conflicto emocional entre lo que en la escuela han oído como verdad absoluta y en lo que en casa ven como realidad diaria, algo que a muchas edades puede ser un problema al no estar preparados para razonar unas y otras posturas o resolver sus dudas al respecto.
No debemos condicionar su aprendizaje con nuestras limitaciones o convicciones.
Consejos finales
Dejad que vuestros/as hijos/as y alumnos/as sientan la naturaleza con todos sus sentidos, dejadles andar descalzos, dejadles oler, dejadles escuchar, dejadles observar y dejadles degustar, con calma, al ritmo adecuado que promueva el entorno donde os encontréis. Cada uno de esos segundos serán más válidos que horas de libros y ordenadores para su desarrollo como personas con una buena salud y vínculo con la naturaleza.
Giner de los Ríos (1839-1915), un gran maestro que generó una importante escuela educativa orientada a la educación ambiental decía en su ensayo «Paisaje»:
«El goce que sentimos al hallarnos en medio del campo, al aire libre, verdaderamente libre (que no lo es nunca el de las ciudades). Se advierte que este goce no es sólo de la vista sino que toman parte en él todos nuestros sentidos. La temperatura del ambiente; la presión del aura primaveral sobre el rostro; el olor de las plantas y las flores; los ruidos del agua, las hojas y los pájaros.»
No debemos tomar las actividades relacionadas con la naturaleza como algo puntual, dejarlo para esa excursión que haremos a final de curso o para esos 15 días de campamentos al año. Cada día podemos realizar actividades, conversaciones o lecturas que estén relacionadas con tantas cosas como engloba la naturaleza, debatiendo sobre cuestiones que quizás no cambien el mundo, pero cambiarán a vuestros/as hijos/as para convertirles en adultos/as que consigan cambiar el mundo.
Seguro que puedes cambiar unos minutos de televisión por actividades más enriquecedoras, actividades en familia e incluso generar hábitos diarios o semanales al respecto.
La naturaleza desestresa, ayuda a tener estados de ánimo más beneficiosos y más control de nuestra vida y nuestros pensamientos.
La naturaleza promueve el movimiento, más allá de andar en línea recta o en terreno llano, te obliga a subir y a bajar, a trepar y a saltar, a escoger caminos y buscar soluciones, ayuda a tener un mejor equilibrio y más coordinación.
La naturaleza es un entorno neutro, no es sexista, no discrimina por capacidades, altura, peso, inteligencia… por lo que se convierte en un escenario donde la igualdad es protagonista y quizás quien más se canse es quien mejor observe o a quien más le cuesten las matemáticas sea quien mejor se oriente.
La naturaleza siempre te acompaña, aun estando solo/a tumbarte en un prado a observar y a escuchar te reconfortará y te descubrirá cuanta vida hay a tu alrededor.
Y la naturaleza también te enseña que vivirla en compañía de amigos/as y seres queridos es siempre mucho mejor, puede que las mejores amistades de nuestra vida estén relacionadas con la naturaleza, más que con bares, institutos o trabajos. El compañerismo y la cooperación se multiplica en la naturaleza, su fuerza obliga a los seres humanos a aliarse para poder sacarle todo el partido con seguridad.
En Espacio Ítaca y en Mr. Hueso ayudamos a familias y centros educativos en la educación ambiental y el vínculo con la naturaleza y los animales, puedes consultarnos por nuestros proyectos, actividades, talleres y servicios.
Artículo redactado en mayo de 2018 por Raúl Hueso, técnico en IAA, educador ambiental y consultor animal en Espacio Ítaca y Mr. Hueso